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9 nov 2009

LAS COMPETENCIAS: ENFOQUES CONCEPTUALES

LAS COMPETENCIAS: ENFOQUES CONCEPTUALES

José Jaime Díaz Osorio

Jorge William Guerra Montoya

INTRODUCCIÓN

La educación en el ámbito nacional, especialmente en los últimos años, ha tenido un gran desarrollo y crecimiento en todos sus frentes. Sin embargo, se critica su falta de integración y pertinencia con las realidades del contexto, los escasos aportes a los procesos de formación y desarrollo humano integral y su lento caminar hacia las innovaciones pedagógicas y las transformaciones sociales y culturales. Es tiempo, entonces, de introducir cambios en su interior desde lo legal, lo institucional y lo organizacional.

Actualmente se reclama una movilización, casi redentora, de todos los sectores sociales e instituciones educativas para obtener procesos de formación y desarrollo humano integral, que generen en las personas competencias para un desempeño integral con calidad en escenarios sociales y culturales. El conocimiento unido a un desempeño exitoso, y en ámbitos diversos, debe ser la meta de las instituciones educativas para poder pertenecer a un mundo globalizado y en permanente competitividad.

Hablar de competencias en educación es aceptar que los procesos de formación que asumen las instituciones educativas deben dar respuesta a las necesidades y demandas socioculturales de los contextos, lo que implica flexibilidad académica, pedagógica, administrativa y curricular. Por ello, al sistema educativo en general se le exige modernización y cambio, procesos de reflexión sobre las verdaderas necesidades educativas de las personas y las comunidades, para poder reestructurar los proyectos educativos institucionales, los programas académicos, las estrategias pedagógicas y didácticas y la evaluación, con el fin de responder a los retos que plantea un mundo globalizado que se mueve por estándares de calidad y por competencias de desempeño.

El Ministerio de Educación Nacional define los estándares básicos de calidad como: ”un criterio claro y de dominio público que permite valorar si la formación de un estudiante cumple con las expectativas sociales de calidad en su educación” (Decreto 2566). En esa misma lógica las competencias se entienden como “el conjunto de conocimientos, habilidades, actitudes, comprensiones y disposiciones cognitivas, metacognitivas, socioafectivas y psicomotoras apropiadamente relacionadas entre sí para facilitar el desempeño flexible, eficaz y con sentido de una actividad o de cierto tipo de tareas en contextos nuevos y retadores”. Estas son directrices que deben llevar al maestro a preguntarse por la formación de sí mismo y la calidad de su desempeño profesional.

El Ministerio de Educación Nacional, al hablar de calidad, expresa que ella tiene que ver con “lograr que todos los estudiantes, independientemente de sus condiciones personales, sociales y culturales, aprendan lo que tienen que aprender, en el momento en que lo deben aprender y desarrollen los valores y las competencias necesarias para la vida” (MEN Julio 2003). Éste es el referente que sirve de base para la elaboración de los planes de mejoramiento de las instituciones educativas. Por ello, determina que: “una vez revisados los resultados de las pruebas Saber, del Estado y las ECAES, las instituciones educativas deben emprender el mejoramiento del Proyecto Educativo Institucional” a partir de la reflexión permanente sobre el qué, el cómo, el por qué, el para qué, el hacia dónde y el cómo se trascienden los procesos de formación de los estudiantes.

Los procesos de formación y desarrollo humano integral deben garantizar seres humanos competentes, capaces de enfrentarse a los desafíos del mundo globalizado y capaces de desempeñarse integralmente en múltiples escenarios. Seres humanos más humanos, honestos, responsables, con conocimientos y capacidades para ser lideres eficaces y eficientes frente a los nuevos desafíos de la globalización y las nuevas relaciones que emergen en las familias, las empresas y el mundo social en general, a partir de habilidades específicas como el manejo de una segunda lengua, la informática, la telemática, la cibernética y otras tantas habilidades que garanticen la conservación del medio ambiente, el correcto uso y manipulación de los recursos naturales, la gestión de su propia fuente de ingresos y el crecimiento social y cultural. Un ser humano con un proyecto de vida claro y con conciencia de su formación y de sus responsabilidades: consigo mismo, con la sociedad y con la naturaleza, para y por toda la vida.

Este reto tiene que convocar a las comunidades educativas para que construyan propuestas de aplicabilidad presente y prospectivas, que aseguren la formación y el desarrollo humano integral de personas idóneas, integras, competentes, pensantes, reflexivas, sensibles ante las crisis y proponentes de alternativas de cambio. Es asumir el proceso formativo desde el ser, el hacer, el conocer y el trascender, para asegurarle al futuro profesional un lugar y ámbito de desempeño en el mundo.

Las comunidades educativas deben reflexionar sobre las siguientes preguntas: ¿cómo dar respuesta a las demandas educativas actuales?, ¿qué significa un proceso de formación con calidad?, ¿cómo se logra desarrollar competencias en los estudiantes?, ¿cuál debe ser el perfil de nuestros egresados con base en referentes legales, conceptuales y procedimentales en torno a las competencias?, ¿qué modelo pedagógico permite el desarrollo de competencias básicas, complejas y superiores?, ¿cuál es el papel del maestro en la nueva educación?, ¿cómo estructurar un proceso educativo acorde con las demandas sociales actuales?, ¿qué indicadores permiten verificar el logro de competencias y obtener procesos educativos con calidad y competitividad?

La institución está invitando a todas sus directivas y maestros a ser gestores del cambio a partir de espacios como los diálogos académicos, las reuniones de inducción y el trabajo en equipo de todas las facultades.

Las preguntas específicas que animarán el diálogo y el trabajo en el segundo encuentro de diálogos académicos son:

¿Cuál es la relación entre competencias y desempeño profesional?

¿Cómo se diseña un curso académico con base en las competencias?

¿Cómo evitar el funcionalismo en un proceso de formación basado en competencias?

Nota: Cada participante en el segundo encuentro de diálogos académicos debe presentar tres competencias referidas al curso académico que desarrolla en la institución

ENFOQUES SOBRE LAS COMPETENCIAS

Este documento presenta una visión general sobre las competencias y es un pretexto para la reflexión y el debate.

La Real Academia de la Lengua[1] define competencia como “aptitud, idoneidad”. El ICFES dice que es “saber hacer en contexto, es el conjunto de acciones que un estudiante realiza en el contexto de una disciplina o de una problemática”. El texto: La Educación, Agenda para el siglo XXI, plantea que “la competencia es una actuación idónea en una tarea concreta, en un contexto con sentido. Se trata de un conocimiento asimilado con propiedad, el cual se activa para ser aplicado en una situación determinada, de manera suficientemente flexible como para proporcionar soluciones variadas y pertinentes, la competencia esta siempre asociada con algún campo del saber” (Gómez Buendía 1999). La Organización Internacional de Trabajo la define como: “la idoneidad para realizar una tarea o desempeñar un puesto de trabajo eficazmente”.

Una persona es competente cuando realiza un trabajo específico con satisfacción de quién lo encarga o contrata para tal efecto. Por ello se dice que las competencias son actuaciones o demostraciones; por tanto, son públicas. No hay competencias privadas, ellas siempre conducen a la elaboración de algo para otros. Si alguien realiza una obra y no la coloca a disposición de los demás, no existen bases para evaluar las competencias puestas en juego.

Otra acepción de las competencias se refiere a la actividad cognoscitiva de los sujetos que aprenden, lo cual significa que las competencias son cognoscibles e interpretables por otros; situación que les da una connotación axiológica que, a la vez, demanda responsabilidad de quién las valora. Las competencias, por ser cognoscibles, tienen que ver con la elaboración de algo o el desempeño de alguien de manera rigurosa, metodológica, sistemática y pulimentada. Sin embargo, no toda actuación o desempeño de alguien puede considerarse una competencia específica.

Otra versión sobre las competencias es la planteada por Noam Chomsky quién plantea que “las competencias provienen de las teorías cognoscitivas y están basadas en el dominio del lenguaje”. Las define como “capacidad y disposición para la actuación y la interpretación”. Actuación entendida más allá del accionar del conductismo (habilidad y destreza), e interpretación, entendida más allá de la descripción o análisis inicial de un proceso o fenómeno. En la interpretación hay intencionalidad y no es solo un problema de estímulo y respuesta; por eso dice que las competencias no son capacidades innatas sino capacidades adquiridas en los procesos de formación de las personas. Ellas obedecen a procesos de construcción y reconstrucción que demandan un perfeccionamiento sin límites en el tiempo. Las competencias entendidas como disposición para la actuación y la interpretación demuestran un carácter actitudinal, y son a la vez, cognoscibles (habilidades y destrezas intelectuales), afectivas (enamoramiento y convencimiento para involucrarse en algo como objeto de deseo y de decisión autónoma), conactivas, intencionales y comportamentales.

Chomsky advierte que “la actuación hay que entenderla como representación de algo, desde sí para los demás”, lo cual hace que ellas adquieran una dimensión comunitaria. “Toda actuación deriva de unas representaciones mentales, que transformadas en imágenes, hacen factible el actuar sistemático que precisa de unas competencias delimitadas y por tanto de unas habilidades y destrezas específicas”. Dice que hay que entenderlas como proceso y no como acciones mecánicas sobre las construcciones conceptuales, metodológicas, estéticas, actitudinales y axiológicas del sujeto que cambia, es decir, como incorporación de estructuras, como proceso que permite establecer una red de relaciones entre los componentes de un constructo, siempre en reconstrucción.

Las competencias, desde la teoría cognoscitiva, implican por un lado adquisición y aprendizaje, y por el otro, conocimiento y desempeños. Desde la teoría de Kant podrían entenderse como un saber reflexionar, saber interpretar, saber actuar. Desde la teoría de Gadner se presentan como connotación de un experto que alcanza con rapidez un nivel alto de desempeño dentro de una especialidad.

En la actualidad se demanda que las competencias sean concebidas tanto desde el punto de vista cognoscitivo como del laboral. Sin embargo, hay que advertir que es precisamente en el campo educativo en donde ellas deben ser formadas o desarrolladas a partir de las distintas capacidades y disposiciones naturales de los seres humanos; y que los saberes y conocimientos de la humanidad se han estructurado en distintos campos y objetos de conocimiento, lo que implica que en cada uno de ellos hay necesidad de formar y desarrollar competencias específicas.

La educación y la evaluación por competencias deben poner el énfasis tanto en el dominio de lo aprendido como en el resultado del aprendizaje. El dominio de lo aprendido se refiere a las competencias cognitivas; el resultado del aprendizaje al para qué le sirven los aprendizajes, saberes, a los seres humanos, es decir, al saber hacer con lo que se sabe. El saber hacer se da en un contexto y frente a problemáticas específicas; de ahí que las competencias también se hayan concebido como el desempeño en situaciones específicas, que es lo que comúnmente se conoce como competencias laborales. Pero es preciso advertir que una cosa son las competencias desde el punto de vista del desarrollo cognitivo y otra cosa son las competencias desde el punto de vista laboral para el desempeño profesional, ya durante el proceso de formación, o ya como egresado en su quehacer laboral.

Lo anterior significa que las competencias se conciben de acuerdo con las intencionalidades de formación, ya para formarlas y desarrollarlas durante el proceso educativo o ya para evaluar el grado y nivel que un estudiante posee o demuestra de ellas durante el desarrollo del programa y al salir como egresado.

Las competencias desde el punto de vista del desempeño laboral, presentan varios enfoques: uno como tareas. Este enfoque se basa en la observación directa del desempeño y los programas se formulan con base en el análisis ocupacional para definir las competencias que el estudiante debe realizar posteriormente en su desempeño profesional y que serán las que el programa debe formar y desarrollar. Dos como atributos generales para el desempeño efectivo en un contexto amplio. Este enfoque supone competencias genéricas que forman en el conocimiento del tema y las habilidades genéricas aplicables a diversos problemas que se presentan en un contexto, el conocimiento, el pensamiento crítico, la comunicación. Desde este enfoque los programas se formulan identificando de los campos del conocimiento lo considerado básico: estructuras de las disciplinas y las ciencias, pensamiento crítico y habilidades comunicativas que permiten la multifuncionalidad de los egresados en contextos determinados. Tres, enfoque integrado que distingue e integra el conocimiento (competencias cognitivas), el desempeño (competencias laborales) y los valores en los procesos de formación de las personas (competencias valorativas).

Con base en lo anterior se podría decir que para hablar de competencias hay que tener en cuenta al menos cinco características: exigen aprendizajes, se refieren a desempeños, son integrales, se llevan a cabo en un contexto y se demuestran frente a problemáticas específicas.

CLASIFICACIÓN DE LAS COMPETENCIAS

Como ejercicio mental y para efectos metodológicos se puede hablar de diferentes tipos o categorías de competencias a saber: básicas o fundamentales, específicas, laborales y tecnológicas.

Básicas o fundamentales: Son las que apuntan a la formación de un ser humano integral y se convierten en elemento clave para acercarse, de manera adecuada y exitosa a cualquier conocimiento o aprendizaje. Por lo tanto, constituyen la esencia de todo proceso de formación y educación en todos los niveles. No están ligadas a un desempeño en particular sino a todo tipo de desempeño y forman al sujeto para que siga aprendiendo y se ubique, adecuadamente, en el mundo del trabajo y en la vida misma.

Entre ellas encontramos, por ejemplo, las siguientes: motivación y deseo de aprender; auto-estima; comunicación en sus aspectos de lectura comprensiva, escritura, expresión oral y escucha; interpretación de tonos y gestos, espíritu de observación; capacidad de crítica y cuestionamiento; responsabilidad; aprendizaje autónomo; honestidad; ética; valoración; argumentación; interpretación; solución de problemas; cálculo matemático básico; convivencia; trascendencia; interacción efectiva con los demás; trabajo en equipo; manejo de conflictos. Hoy en día, una competencia fundamental es superar la resistencia al cambio y el temor a lo desconocido. El mundo cambiante y la aceleración del cambio exigen que se desarrollen estas competencias básicas y fundamentales antes que las específicas.

Específicas: Son aquellas que van ligadas a un desempeño concreto particular en una profesión u oficio y que no se transfieren a otros. Cada área académica, cada programa, cada carrera tendrá las competencias particulares requeridas por los perfiles profesionales y ocupacionales. Son las propias del área académica profesional.

Laborales: Son las que permiten desempeñarse con éxito y con calidad, en un ambiente de trabajo o desempeño de funciones productivas. Pueden ir de la mano con las específicas y también con las básicas y fundamentales. Ejemplo: manejo del tiempo, acceso a fuentes de información y utilización de ella; presentación de informes; trabajo en equipo; iniciativa; gestión y liderazgo; negociación; comunicación.

Tecnológicas: Tienen que ver con el manejo de procesos, equipos, herramientas, manuales de operaciones, diseños, instrumentos. Encierran un trasfondo pragmático.

También podría establecerse una categorización de las competencias desde el ser, que apuntan al desarrollo humano como tal; el conocer, que tienen que ver con el cultivo de las potencialidades de la mente para aprender; y el hacer, que se refieren a lo pragmático, funcional e instrumental. Lograr las tres categorías es tener una real formación integral.

Desde el ser tendríamos competencias tan fundamentales como: seguridad, autonomía, sensibilidad, compromiso consigo mismo y con los demás, solidaridad, empatía, responsabilidad, ética, capacidad de valoración y decisión, lealtad a sus principios y a sus compañeros, honestidad, sociabilidad, auto estima, actitud positiva, apertura al cambio, amor a la vida, orden, entre otras.

Desde el conocer estarían: memoria, percepción, abstracción, comprensión, comunicación, competencias básicas para aprender a aprender, espíritu de observación, capacidad de argumentación, pensamiento crítico, reflexivo y analítico, visión holística de las cosas; creatividad, espíritu investigativo, deseo de aprender, solución de problemas, investigación, utilización de fuentes de información, entre otras.

Desde el hacer tendríamos: trabajo en equipo, capacidad de decisión, adaptación al medio, organización, manejo del tiempo, planeación, evaluación, gestión de recursos y procesos, acercamiento y ejecución de órdenes, negociación, servicio al cliente, conciliación, manejo y aplicación de tecnologías, mantenimiento y cuidado de equipos, innovación, entre otras.

La vida contemporánea está exigiendo que las personas desarrollen competencias para lo que podríamos denominar como poliaprendizajes o macro competencias que serían: aprender a ser, a conocer, a hacer, a actuar, a sentir, a pensar, a reflexionar, a vivir, a convivir, a aprender, a crear, a innovar, a trascender, a aplicar, a comprender, a tener, a estar, a proyectar.

Trabajar por competencias es centrar el proceso de enseñanza aprendizaje en el estudiante a través de nuevas estrategias metodológicas tales como: observación, análisis y estudio de casos; diseño y desarrollo de proyectos o experimentos; realización de talleres; planteamiento y solución de problemas; elaboración de preguntas escritas por parte de los estudiantes; espacios de reflexión; lecturas dirigidas y comentadas; presentación de informes; elaboración de artefactos; trabajo en pequeños grupos.

La educación por competencias no puede caer en la trampa de centrar su acción, exclusivamente, en la preparación para el trabajo, para la producción, para el eficientismo económico, para lograr resultados prácticos (pragmatismo), con descuido del desarrollo del ser, de la sociedad y de la cultura. Sería un peligroso bumerang al servicio del capital, centrado en las relaciones de producción con invisibilización del ser humano. Una cosa es que el conocimiento vaya ligado a lo práctico y otra que se reduzca a lo práctico.

FORMACIÓN INTEGRAL Y COMPETENCIAS.

El tema de competencias se debe enmarcar en una concepción humanista y de formación integral, y no en un enfoque tecnócrata instrumental. No podemos correr el riesgo de entender la competencia solo como el saber hacer, en el contexto de la economía mundial y de la ideología neoliberal. La educación superior tradicional se ha centrado en la formación profesional para la era industrial y del desarrollo económico. Ahora debe centrarse en la formación de personas y profesionales para el desarrollo de las potencialidades del ser humano, y para la era y sociedad del conocimiento. No se puede caer en la trampa de formar en competencias solo como respuesta al mercado laboral y al eficientismo económico y descuidar el desarrollo de la persona. Ser competente no puede convertirse, únicamente, en ser buen productor y consumidor. Educar por competencias tiene el riesgo de aplicar una epistemología mercantilista, eficientista y empresarial con el descuido de lo antropológico, lo ético, lo social y lo cultural. El ser humano debe ser educado para desempeñarse en el campo laboral pero también para la felicidad, para la realización personal como sujeto con autonomía y libertad, para la trascendencia. De no ser así, seguiríamos desintegrando la educación. El reto es encontrar el camino para integrar humanismo con producción y trabajo en educación. De ahí que educar por competencias es una labor compleja y de largo alcance.

El concepto de competencia está ligado al de idoneidad para realizar una tarea o desempeño eficaz en un puesto de trabajo y en la vida, encierra una connotación de responsabilidad o cumplimiento, a cabalidad, de algo que corresponde hacer. Hace referencia a un conocimiento o aprendizaje puesto en acción, que integra el saber ser con el conocer, con el saber hacer, con el comprender y con el trascender. Es un concepto holístico o integral que implica, a la vez, conocimiento, actuación, comprensión de lo que se hace y sus consecuencias. Tener competencias no significa solo demostración de aprendizaje de conceptos o de métodos y algoritmos, sino demostrar y comprender lo que se hace en un contexto en el que siempre habrá relaciones e interacciones entre sujetos y una realidad.

En síntesis, se es competente cuando se actúa, de manera comprensiva, en un contexto determinado y se tiene la capacidad de evaluar lo que se hace y se interactúa para mejorar el contexto cuando así lo requiere el desarrollo y el bienestar humano.

COMPETENCIAS Y APRENDIZAJE

Lo interesante del enfoque de educación y formación por competencias es que permite entender que con el solo discurso del maestro en el salón de clase el estudiante no podrá llegar a ser competente. Es necesario que el estudiante se convierta en sujeto activo de su propio aprendizaje, acompañado por el maestro, lo que significa un cambio en las prácticas pedagógicas, metodológicas y evaluativas. Formar en competencias significa centrar más la acción en el sujeto que aprende y se forma que en los contenidos que no son más que un medio. La educación por competencias privilegia el aprendizaje y la evaluación por procesos con un mínimo énfasis en la cátedra o discurso magistral. En este sentido, está en la línea de los planteamientos de los estándares académicos.

Cuando se trata del verdadero aprendizaje lo que cuenta no es la información superficial que se posee sino lo que hay en las profundidades del sujeto para tener un adecuado desempeño en la vida. Lo que importa no es cuánto sabe el estudiante y el egresado sino lo que hace realmente con lo que sabe. Ser competente es tener conocimientos necesarios para actuar en un medio y obtener resultados con calidad, eficiencia, oportunidad y seguridad. Es poseer aprendizajes permanentes, significativos, demostrados con suficiencia en situaciones específicas y con conciencia de las consecuencias que se derivan de la actuación y la interacción con los otros.

Las competencias no se obtienen sólo con el aprendizaje de los contenidos de la estructura curricular ofrecida por la institución escolar, y demostrado en exámenes o pruebas de rendimiento académico. Se obtienen con la comprensión, la aplicación y la práctica y se demuestran en el desempeño en situaciones concretas de la vida y del trabajo.

COMPETENCIAS Y EVALUACIÓN

Una de las tendencias actuales de la educación, que obedece a los grandes desafíos de un mundo globalizado y a los grandes desarrollos científicos y tecnológicos, es la educación y evaluación por competencias. La competitividad no se da sólo desde lo económico, “en los seres humanos la competitividad está basada en los más grandes niveles de desempeño logrados a partir de aprendizajes superiores y especialmente, aprendizajes permanentes, significativos y con significado”.

Educar por competencias significa que una comunidad al diseñar una propuesta educativa debe tener claridades con respecto a las competencias que los egresados de un nivel educativo deben poseer para pasar a otro nivel o para salir al desempeño profesional. Además, es indispensable que las competencias seleccionadas sean reconocidas como válidas dentro de un proyecto de desarrollo social, productivo y cultural.

En el proceso educativo se presentan, a veces, incoherencias entre lo que se formula, lo que se ejecuta y lo que se evalúa. Si el programa se concibe como formación integral que le permita al egresado desempeñarse en diferentes escenarios, con el nivel de competencias necesarias para un excelente desempeño, los perfiles de formación deben contemplar la formulación de competencias en cada campo o área de formación.

Con base en los anteriores planteamientos miremos el compromiso del estudiante y el papel del maestro.

El estudiante: Ha de ser un ser humano libre, autónomo, seguro, con sensibilidad y compromiso social. Un ser humano responsable que posea claridad sobre lo que debe hacer, que asuma las consecuencias de los actos que realiza, que su palabra y su acción sean confiables, leal a sus principios de vida, que no se mienta a si mismo, honesto, inquisitivo por encontrar la razón y llegar a la verdad, abierto y transparente con él mismo y los demás, que usa los conductos regulares, ético, no violento con su palabra, con principios claros de igualdad. Un ser seguro de sí mismo, con proyecto de vida, que enfrenta retos con mentalidad abierta y positiva, flexible frente a los cambios, y que se adapta fácilmente, en síntesis que valora y ama la vida.

El maestro: El papel del maestro es determinante con relación a un proceso formativo basado en competencias. Exige estudio de los nuevos paradigmas educativos y un nuevo perfil para liderar y acompañar a los estudiantes. Ello exige nuevas competencias de desempeño profesional desde una nueva concepción educativa y pedagógica, sin olvidar que como maestro debe poseer también un saber en sus estructuras epistemológicas y metodológicas y una experiencia propia en el trabajo con el mismo. Además, un conocimiento sobre los estudiantes y sobre los contextos socio-culturales en los cuales labora. Como puede verse es el planteamiento de un nuevo paradigma educativo y con él de nuevos enfoques pedagógicos, lo que demanda innovaciones y experimentaciones de nuevos modelos educativos y pedagógicos.



[1] Diccionario de la Lengua Española, Real Academia Española, Editorial Espasa Calpe SA, Pág. 331, 1970

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